Las Otras Caras de los Feminicidios
Del fenómeno de los feminicidios se habla mucho, y como tal parecería que es una disfunción social a la cual tristemente, nos estamos acostumbrando.
Este de por sí, no solo arrasa con la vida de una mujer, sino que deja tras de sí un impacto devastador en quienes quedan atrás: los hijos. En muchos casos, estos menores no solo pierden a su madre de manera violenta, sino que también son testigos directos del crimen, una experiencia que marca sus vidas para siempre. Estos niños y niñas suelen enfrentarse a un futuro incierto en orfanatos o casas de acogida, cargando heridas emocionales profundas y un vacío imposible de llenar.
Los hijos: víctimas colaterales del feminicidio
La violencia feminicida no termina con el asesinato de una mujer. En muchos casos, estas mujeres son madres, y su muerte deja a los hijos en una situación de vulnerabilidad extrema. Según estadísticas globales, se estima que miles de niños pierden a sus madres cada año debido al feminicidio, muchos de ellos siendo testigos del asesinato o encontrando los cuerpos de sus madres.
En nuestro país, las cifras son abrumadoras. Se estima, conforme cifras recientes, en 2023 se registraron 64 niños huérfanos debido a feminicidios, mientras que en los últimos cinco años, al menos 385 niños han perdido a sus madres en circunstancias violentas. En su mayoría, estas muertes ocurren en el hogar, lugar que debería ser seguro, dejando a los menores expuestos al trauma de presenciar estos crímenes o enfrentar su impacto emocional y social posterior.
Las condiciones de estos niños son preocupantes. Muchos enfrentan discriminación y bullying, lo que los aleja de los centros educativos; otros son llevados a matrimonios tempranos o quedan atrapados en situaciones de pobreza extrema. Además, un tema recurrente es la revictimización, ya que se suele priorizar el vínculo con el padre agresor en lugar de velar por la protección integral de los menores.
Esto resalta la necesidad urgente de políticas públicas que brinden apoyo psicológico, educativo y económico a estos niños, además de reforzar la lucha contra la violencia de género para prevenir estas tragedias en el futuro.
Cuando no hay familiares cercanos que puedan hacerse cargo, estos menores son trasladados a orfanatos, casas de acogida o programas de adopción. A pesar de los esfuerzos de estas instituciones, no siempre pueden cubrir las necesidades emocionales y psicológicas de los niños, que han sufrido una experiencia traumática difícil de procesar.
El impacto psicológico: heridas que no cicatrizan
Los hijos de víctimas de feminicidio enfrentan una serie de problemas psicológicos y emocionales que pueden manifestarse en diferentes etapas de su vida:
1.Estrés postraumático: Los niños que fueron testigos del feminicidio suelen revivir constantemente el evento en forma de pesadillas, recuerdos intrusivos y miedo intenso. El trauma puede afectar su capacidad para desenvolverse en la vida diaria.
2.Depresión y ansiedad: La pérdida violenta de su madre, combinada con el sentimiento de abandono, puede derivar en una tristeza profunda, baja autoestima y un constante estado de alerta o miedo.
3.Sentimientos de culpa: En algunos casos, los niños pueden desarrollar la idea errónea de que pudieron haber evitado la tragedia, cargando con un peso emocional que no les corresponde.
4.Dificultades para confiar: Perder a su figura materna de forma violenta puede generar problemas para establecer relaciones afectivas, ya que muchos desarrollan miedo al abandono o a la traición.
5.Comportamientos agresivos o retraimiento: Algunos niños canalizan su dolor a través de conductas agresivas, mientras que otros se aíslan emocionalmente, reprimiendo sus emociones.
El sistema de protección: ¿suficiente?
Los sistemas de acogida y protección de menores enfrentan grandes retos al atender a estos niños. Si bien ofrecen un refugio, a menudo no cuentan con los recursos necesarios para atender el daño psicológico profundo que han sufrido. Muchos niños pasan por hogares temporales o instituciones sin recibir el apoyo terapéutico que necesitan, lo que perpetúa un ciclo de abandono emocional y trauma no resuelto.
Por otro lado, la sociedad no siempre reconoce a estos menores como víctimas. La atención se centra principalmente en la mujer asesinada, dejando a los hijos en un segundo plano. Esta falta de visibilidad contribuye a que no se destinen suficientes recursos para atender sus necesidades específicas.
Rompiendo el silencio: una responsabilidad compartida
La tragedia del feminicidio debe ser abordada de manera integral, incluyendo el impacto en los hijos de las víctimas. Algunas propuestas para mitigar el daño incluyen:
•Atención psicológica inmediata y a largo plazo: Terapias especializadas para niños que han sufrido traumas graves.
•Redes de apoyo familiar y comunitario: Fomentar la participación de familiares cercanos o tutores que puedan brindar un entorno estable y afectivo.
•Políticas públicas específicas: Crear programas estatales dedicados a los hijos de víctimas de feminicidios, con acceso garantizado a educación, salud y apoyo emocional.
•Concienciación social: Reconocer a estos niños como víctimas directas, promoviendo campañas que visibilicen su situación y fomenten el apoyo colectivo.
Un futuro incierto
Los hijos de víctimas de feminicidio son recordatorios vivos de una tragedia que no debería ocurrir. Sus historias, aunque llenas de dolor, también representan una oportunidad para que la sociedad reflexione y actúe. Si no atendemos sus necesidades, corremos el riesgo de perpetuar el ciclo de violencia y abandono.
Es necesario darles voz, apoyo y esperanza, para que puedan reconstruir sus vidas y superar el peso de una herida que no eligieron llevar. Los hijos de las víctimas no deben ser olvidados, porque son ellos quienes cargan las otras caras del feminicidio: las más silenciosas y, a menudo, las más dolorosas.